Mi carnicera arregla el mundo
Me encanta ir a la charcutería de mi super el sábado.
Allí está la señora de bata blanca, pelo teñido color canela y sus labios gruesos, charlando entre jamón york y queso de cabra sobre los temas de actualidad como un político desde su tribuna. Las discusiones acaban implicando a la carnicera, a los pacientes clientes y a algún otro paseante de carritos porque, enganchan.
Con cuchillo carnicero en mano y chuletillas de cordero en el tajo, la clienta explica que viene el novio de la nena (18 años la moza) a comer. Ahí mal, muy mal, se indigna la carnicera, ¿cómo se te ocurre empezar por chuletillas? Lo bueno desde el principio no, que yo a mi yerno lo recibí con patatas con costilla y si aguanta, tiempo habrá de ponerle chuletón. Interviene la de los quesos, que los chicos de hoy en día no se van de casa hasta los treinta, y que para colmo, traen a la novia, empieza por venir a comer y va instalándose.
Si es que lo tienen todo -el tema gira en redondo- , la clienta, y madre de otro retoño, está preocupada por su próximo ingreso en el instituto, con doce años, un niño, y tener que compartir clase con otros de dieciséis (la madre ha oído historias, pero sí es cierto que dice que ya tuvo problemas de chavales que le pegaron al suyo a la salida del cole). Y la carnicera, que todo el problema está en los profesores, que están acongojaditos (fina ella aquí) y no pueden con los chicos de hoy en día.
La conversación se repite sobre estos mismos puntos. Es lo que tiene mi charcutera, que no importa el momento en el que llegues, como una mismita telenovela, puedes enterarte de todo y aportar tu granito.
De momento no intervengo, gusta observar, y esta vez, dándome el gustazo de ver lo comprensiva que es mi carnicera con los sufridos profesores.
Allí está la señora de bata blanca, pelo teñido color canela y sus labios gruesos, charlando entre jamón york y queso de cabra sobre los temas de actualidad como un político desde su tribuna. Las discusiones acaban implicando a la carnicera, a los pacientes clientes y a algún otro paseante de carritos porque, enganchan.
Con cuchillo carnicero en mano y chuletillas de cordero en el tajo, la clienta explica que viene el novio de la nena (18 años la moza) a comer. Ahí mal, muy mal, se indigna la carnicera, ¿cómo se te ocurre empezar por chuletillas? Lo bueno desde el principio no, que yo a mi yerno lo recibí con patatas con costilla y si aguanta, tiempo habrá de ponerle chuletón. Interviene la de los quesos, que los chicos de hoy en día no se van de casa hasta los treinta, y que para colmo, traen a la novia, empieza por venir a comer y va instalándose.
Si es que lo tienen todo -el tema gira en redondo- , la clienta, y madre de otro retoño, está preocupada por su próximo ingreso en el instituto, con doce años, un niño, y tener que compartir clase con otros de dieciséis (la madre ha oído historias, pero sí es cierto que dice que ya tuvo problemas de chavales que le pegaron al suyo a la salida del cole). Y la carnicera, que todo el problema está en los profesores, que están acongojaditos (fina ella aquí) y no pueden con los chicos de hoy en día.
La conversación se repite sobre estos mismos puntos. Es lo que tiene mi charcutera, que no importa el momento en el que llegues, como una mismita telenovela, puedes enterarte de todo y aportar tu granito.
De momento no intervengo, gusta observar, y esta vez, dándome el gustazo de ver lo comprensiva que es mi carnicera con los sufridos profesores.
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